“… Hundo las manos en los bolsillos. Estiro las piernas. La sueñera me da estremecimientos de placer y de fatiga. Siento a la noche metida en la ciudad. Es tarde. Estoy solo.
Aquí no debo quedarme solo. Ya sé. Pero esta noche me dejé estar, me fui quedando, haciendo nada o abriendo las puertitas de la imaginación o la memoria.
Haragán. Me he pegado a la silla. Por el calor, ha de ser; o porque sí nomás.
Siento a mucha gente, conocida o inventada, silbándome en la cabeza. Dentro de mí se cruzan y se mezclan las caras y las palabras. Nacen, crecen, vuelan. ¿Soy este oído que escucha o soy la melodía? No soy el ojo que ve: soy las imágenes. …” . (1)
Este texto de Eduardo H. Galeano realizado durante la infame década del
Un elemento esencial y que constituye lo que a mi entender sería el hombre en sociedad es “el aparentar”, y a partir de esto es que pretendo comprenderlo. El ser social mediante la utilización de la voluntad como impulso, así como de una probable fuerza que surge de la debilidad de la culpa, produce elementos de montaje de un carril tan pavoroso como es éste, el de la post modernidad.
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